Palabras de nuestros Médicos
Muchas gracias por su excelente atención y cuidado. Apreciamos mucho su profesionalismo y amabilidad.

Dr. Gerardo Hernández Puga
- Oncólogo
Cuando llegué al Hospitalito Gustavo Guerrero no había muchos pacientes que acudieran a la consulta de Oncología Médica, así que había días que ni siquiera veía pacientes; pero con el Dr. Gerardo Hernández Hernández, Médico Internista, comentábamos algunos de los pacientes que atendía y en algunas ocasiones me solicitaba apoyo con algunos procedimientos invasivos. Fue curioso que ambos nos llamásemos Gerardo Hernández y hubiésemos hecho Medicina Interna. Después de un par de años y, siendo para ese entonces el Dr. Gerardo director médico del hospital, enfermó y requirió ser hospitalizado en otra unidad y, dado que él era el único internista del hospital, su consulta colapsó, por lo que empecé a apoyar en esa área; lamentablemente su estado de salud se deterioró y falleció. De un momento a otro el hospital se había quedado sin internista y sin director médico, por lo que después de platicarlo con la Hna. Verónica Villegas, Directora General, y dejar la práctica privada, me dediqué de lleno al Hospitalito. Durante los cuatro años al frente de la Dirección Médica, tiempo en el que crecí personal y profesionalmente, tuve la oportunidad de acompañar a una comitiva de Hermanas a Etiopía en la búsqueda de un lugar donde ellas pudieran establecerse. Recorrimos diferentes zonas del país, conocimos diferentes misiones y vivimos una realidad que cambió nuestras perspectivas; sin embargo, no fue sino hasta algunos años después, ya que las Hermanas se habían establecido en Chiri, Etiopía, que me di cuenta de que no estaba en el lugar adecuado. Al regresar de la segunda experiencia en Etiopía, me percaté que mi trabajo como médico no estaba en la ciudad, que no es una ciudad cualquiera, sino la Ciudad de México, que tiene muchas universidades y hospitales formadores de médicos especialistas, por lo que decidí irme a un hospital para indígenas en la Selva Lacandona, en Chiapas. A lo largo de los trece años que permanecí en el Hospitalito, vi como una Institución establecida y arraigada daba paso a su modernización y cumplimiento de la normatividad vigente con el liderazgo de las Misioneras Eucarísticas de Jesús Infante y Nuestra Señora de Fátima, Hermanas con las que he compartido esta experiencia de vida.

Dr. Adolfo Castro Rosas
- Urólogo
Era el año 1991, y yo estaba por terminar mi residencia en Urología. Tuve el honor de ser jefe de residentes ese año. Recuerdo que, en los fines de semana en los que no tenía guardia, viajaba a Ciudad Altamirano, Guerrero —un trayecto de aproximadamente siete horas en camión— para atender pacientes. Por ese tiempo, a través de mi primo, el Dr. Miguel Ángel Castro Rosas, supe que el Hospitalito Gustavo Guerrero no contaba con un urólogo. Me presenté con mis documentos ante el Dr. Dueñas, entonces director del hospital, quien me dio la oportunidad de asistir dos días por semana, los martes y jueves. Así comencé, atendiendo apenas dos o tres pacientes al día. Con el tiempo, empecé a programar cirugías. Recuerdo bien que, en el quirófano, me recibió el Dr. Delfín, quien administraba la anestesia. Me sorprendió ver que él mismo iba de una sala a otra aplicando anestesia a distintos pacientes, pero con el tiempo me acostumbré a esa dinámica tan particular. En una ocasión, incluso la Dra. Herrero me administró anestesia, lo que también me llamó la atención. Así fueron dándose las cosas. Con el tiempo, la consulta aumentó, y en poco tiempo ya acudía de lunes a viernes. En aquel entonces, no contábamos con expedientes clínicos, por lo que dependíamos de nuestra memoria para recordar a los pacientes y sus padecimientos. A medida que fui tomando confianza, comencé a programar cirugías más complejas. En ocasiones, invitaba a algún compañero de menor grado del Hospital General para que me asistiera, y aunque la remuneración era poca, eso no tenía mayor importancia. Al año siguiente, ya con la especialidad terminada, ingresé al Seguro Social y elegí un hospital que me quedara cerca del Hospitalito para poder seguir asistiendo a consulta. Así fue como me incorporé al Hospital General de Zona 2A Troncoso. También, por esas fechas, ingresé al Hospital Escandón, un hospital altruista dirigido por una congregación religiosa. Paralelamente, abrí mi consultorio particular, incluso antes de terminar la residencia. Para entonces, la consulta y las cirugías eran más frecuentes, por lo que invité a una residente de cirugía del IMSS a asistir en los procedimientos. Muchas de las técnicas y conocimientos que adquiría en congresos y cursos podía aplicarlos en los distintos lugares donde trabajaba. Recuerdo especialmente cuando el Padre Jesús Ramírez Lazcano autorizó la compra de un ureteroscopio con el apoyo del Dr. Delfín, lo que nos permitió realizar las primeras ureteroscopias en el hospital. También realizamos prostatectomías radicales con el respaldo de amigos del Hospital General, quienes en ese tiempo ya eran maestros. De alguna manera, me acostumbré al ritmo de trabajo del Hospitalito y siempre me guié por sus principios de servicio a personas de escasos recursos. Han pasado los años, y este 2025 cumplo casi 34 años brindando asistencia a los pacientes. Debo agradecer el apoyo incondicional de la comunidad MEJIF, así como de médicos como el Dr. Delfín y el Dr. Hernández, quienes siempre me respaldaron. Con la mayoría de los médicos de la plantilla mantengo una relación respetuosa, y con algunos incluso he forjado valiosas amistades. También estoy profundamente agradecido con el personal de enfermería y administrativo con quienes he trabajado a lo largo de estos años. Tuve el honor de desempeñarme como director médico, un período en el que aprendí mucho. Durante esa etapa, tomé un diplomado que me permitió llevar a buen puerto mi gestión en el cargo. Tampoco puedo dejar de agradecer el apoyo que recibí en la etapa más difícil de mi vida, cuando estuve gravemente enfermo. La Hermana Verónica Villegas estuvo siempre al frente, pendiente de mi bienestar, y no hay palabras suficientes para expresar mi gratitud hacia ella y hacia todos los que se preocuparon por mí en aquel momento. No quiero omitir ningún nombre, por lo que simplemente extiendo mi más sincero agradecimiento a las Hermanas MEJIF, al personal administrativo y de enfermería que estuvieron al pendiente de mi recuperación. Han sido muchos años de trabajo, esfuerzo y compromiso. He disfrutado cada momento y espero que hayan sido más los éxitos que los fracasos, pues en medicina no siempre las cosas resultan como uno las planea. Solo el tiempo lo dirá. Gracias, Hospitalito, por esta comunión a lo largo de los años.

Dr. René Silva Alvarado
- Médico
Ingresé al Hospitalito en el año 2009. Desde el principio, este trabajo me atrajo profundamente, ya que comparto los valores personales y profesionales que me vinculan aún más con el proyecto que inició hace 95 años el Padre Gustavo Guerrero, y que continuó el Padre Jesús Ramírez Lazcano. Hoy en día, la Congregación de Misioneras Eucarísticas de Jesús Infante y Nuestra Señora de Fátima sigue manteniendo viva esta noble causa. Uno de mis principales objetivos desde el inicio fue dotar al área de cuna con equipos biomédicos de alta tecnología, con el fin de ofrecer un servicio de calidad a los niños nacidos en el hospitalito. Además, me he enfocado en brindar atención médica personalizada, estableciendo una cercanía tanto con el neonato como con su familia. La misión de la Congregación, basada en la ayuda humanitaria, se refleja en la atención que se brinda a los usuarios del hospital. Para mí, es un motivo de orgullo pertenecer y formar parte de este proyecto, que se preocupa genuinamente por la gente y ofrece un servicio integral, donde la persona no es vista solo como un enfermo físico, sino como un ser humano completo, cuya salud física, emocional, social, cultural y espiritual se atiende de manera integral. Esta filosofía infunde un sentido de misticismo que toca a los pacientes, haciéndolos sentir cómodos y valorados por el trato digno que reciben. Desde mi experiencia y trayectoria como médico especialista, considero esencial brindar una atención no solo de calidad, sino también de calidez. Me esfuerzo por atender al neonato con todos los recursos disponibles para salvaguardar su salud, pero también me preocupo por las familias, ofreciéndoles empatía, respeto y tolerancia. Por ello, pertenecer al Hospitalito me genera una gran satisfacción, ya que comparto plenamente la misión y los valores que se practican aquí todos los días. Me gustaría concluir este mensaje dirigiéndome a aquellos que se inician o se integran a la familia profesional del Hospitalito Gustavo Guerrero. Les insto a recordar siempre que nuestros pacientes esperan recibir un trato digno, humano y sensibilizado con su padecimiento. Ser parte de esta institución exige un compromiso real con las personas que atendemos, quienes confían en nosotros para recibir atención de calidad, guiada por el humanismo que ha caracterizado al Hospitalito durante estos 95 años.

Dr. Juan Francisco Flores Nazario
- Angiólogo y Cirujano Vascular
En enero de 1998, al concluir mi servicio social en medicina, un giro del destino marcó el rumbo de mi carrera. Mi automóvil sufrió una avería, lo que me llevó al taller del maestro mecánico y actor Porfirio Castro de la Riva. Durante aquel encuentro, me preguntó: “¿A qué te dedicas?”. Le expliqué que acababa de terminar mi servicio social y que, tras no haber aprobado el examen para la especialidad en cirugía, estaba reevaluando mis pasos. Con generosidad, me compartió que su compadre buscaba un médico para un hospital. Así, llegué con el Dr. Atenógenes Astrunberto Romero Ávila, quien, tras una recomendación, me citó junto a otros tres aspirantes. Tras un examen de selección, obtuve la vacante en el Hospitalito Gustavo Guerrero: mi primer gran desafío como médico. Durante un año, me sumergí en guardias interminables: atendí partos, colaboré en cesáreas, histerectomías y múltiples procedimientos de cirugía general. Además, tuve la fortuna de apoyar en áreas como oftalmología, medicina interna, ginecología, otorrinolaringología, urología, ortopedia, dermatología, cardiología y angiología, esta última bajo la mentoría de la Dra. Chávez. Esta formación polivalente consolidó mi enfoque integral hacia el paciente. Finalmente, aprobé el ENARM y partí a mi residencia en Cirugía General. Cuatro años después, regresé al Hospitalito con un título en cirugía y el primer año de la residencia en Angiología y Cirugía Vascular cursándose. Sin embargo, enfrenté un panorama complejo: los cirujanos veteranos, pioneros de la institución, veían con recelo mi llegada, en un contexto de resistencia al cambio institucional. Ante esto, me enfoqué en mi rol como angiólogo, adoptando técnicas vanguardistas. Implementé el láser para el tratamiento de várices, realicé bypass arteriales para salvar extremidades isquémicas y desarrollé protocolos innovadores en el manejo de heridas, pie diabético y úlceras varicosas. Llegué a atender a más de 40 pacientes diarios, acumulando experiencia intensiva junto a colegas como el Dr. Gerardo Hernández (q.e.p.d.), internista ejemplar, y un equipo multidisciplinario. El Hospitalito se convirtió en un referente nacional en cirugía láser para várices y rescate de extremidades en pacientes diabéticos, respaldado por enfermeras excepcionales como Juanita, Lucrecia y Elvira, pilares en el servicio de curaciones. Además, asumí roles como jefe de enseñanza, cirugía general y consulta externa, contribuyendo a la reforma institucional liderada por la Madre Verónica Villegas Vargas, visionaria que impulsó la modernización administrativa, humana y tecnológica de nuestra casa. Esta evolución, gestada a principios de los 2000, transformó al Hospitalito en un modelo de atención privada de alta calidad para pacientes de escasos recursos, trascendiendo la zona metropolitana. Hoy, es un orgullo afirmar que nuestra institución no solo rompió paradigmas médicos, sino que mantiene un compromiso inquebrantable con la equidad en salud. Agradezco a cada colega, enfermera y paciente que confió en mí. El Hospitalito Gustavo Guerrero no fue solo mi motor profesional: fue el espacio donde la humildad, el talento colectivo y la innovación salvaron miles de vidas.

Dra. Ma. Teresa Chávez Garibay
- Médico
Llegué al Hospitalito hace casi 32 años. En ese entonces, el director médico era el Dr. Juan Alberto Dueñas Sosa (Q.E.P.D.), un excelente ser humano y médico, a quien recuerdo con cariño y agradecimiento. Conviví con la madre Gema en el área de curaciones, y de ella aprendí que despedirse de esta vida puede ser un acto de paz. Lo digo porque la vi en momentos cercanos a su partida, tan serena y tranquila, con las manos sobre el pecho… —Estoy esperando el momento —me dijo. Solo tengo buenos recuerdos de ella. Se cobraban $20 (¡veinte pesos!) por un procedimiento de escleroterapia. En ocasiones, las pacientes se organizaban entre ellas para pasar, anotándose en una lista, y no faltaban las “trampas” de quienes anotaban a otras. Aun con las cuotas bajísimas de curaciones y procedimientos menores, había pacientes que no podían pagar, y a quienes no se les cobraba, en complicidad con la madre Gema y las enfermeras. Anteriormente, las hermanas estaban presentes en la mayoría de las áreas del hospital: en salas de quirófano, en curaciones, en consulta, en las cajas de cobranza. En Rayos X estaba la madre Juanita; la madre Dra. Herrero hacía los ultrasonidos (aún guardo las fotos que me dio del ultrasonido de mi hijo de 12 semanas de gestación). En ese tiempo, aquí y en otros hospitales, los guantes de látex se reutilizaban: se lavaban, esterilizaban y venían con un sobrecito de papel de estraza con talco. Incluso las suturas sobrantes se colocaban en desinfectante para reutilizarlas. Las batas y los campos quirúrgicos, hasta no hace mucho tiempo, tampoco eran desechables. A mi manera de ver, se trabajaba bien sin una computadora de por medio; había más contacto visual con los pacientes. Nada se quedaba en pausa “porque se fue el sistema”. Todo salía adelante con solo papel, lápiz, una máquina de escribir y, claro, la voluntad del médico y el resto del personal para hacer el trabajo lo mejor posible, sin necesidad de tanto papeleo como el que actualmente exigen las autoridades sanitarias. Pero, como dicen: “el que sobrevive no es ni el más fuerte ni el más inteligente, sino el que mejor se adapta a los cambios”. He vivido literalmente la mitad de mi vida en el Hospitalito Gustavo Guerrero y quiero expresar en estas líneas mi agradecimiento por el buen trato que he recibido y por la confianza que el hospital y los pacientes han depositado en mí.

Alan Ulises Vázquez González
- Médico Cirujano
El Hospitalito Gustavo Guerrero celebra con orgullo su 95º aniversario, un hito que refleja casi un siglo de Atención Médica comprometida con la comunidad de todo estrato social. Desde su fundación, esta institución ha sido un pilar fundamental en la atención de la salud, evolucionando constantemente para ofrecer servicios de calidad y adaptarse a los retos sanitarios de cada época. Mi relación con el Hospitalito comenzó en el año 2012, cuando tuve la oportunidad de realizar prácticas y aplicación de mi conocimiento como Médico de Guardia. Desde el primer día, fui testigo del profesionalismo y la entrega del personal de salud, quienes me brindaron enseñanzas invaluables y reafirmaron mi vocación médica. Durante ese tiempo, pude participar en la atención de pacientes, aprender de casos clínicos diversos y formar parte de un equipo humano que trabajaba con pasión y entrega. Posteriormente el destino me llevó de regreso al Hospitalito en el año 2023, ahora con un nuevo reto profesional como responsable de Epidemiología y Médico de Urgencias. Desde esta trinchera, he podido contribuir al fortalecimiento de estrategias para la vigilancia y prevención de enfermedades, así como atender emergencias con la misma empatía y compromiso que aprendí hace más de una década. La experiencia adquirida en estos años me ha permitido apreciar aún más la importancia de la labor del Hospitalito y su impacto en la salud de nuestra población. Hoy, en su 95º aniversario, celebro con gratitud el legado de esta institución y el privilegio de ser parte de su historia. El Hospitalito Gustavo Guerrero no solo es un centro de atención médica, sino un refugio de esperanza para quienes lo necesitan. Que este aniversario sea un recordatorio del trabajo incansable de sus profesionales y un impulso para seguir brindando atención de calidad a las futuras generaciones.